domingo, 21 de noviembre de 2010

A modo de despedida final

Hola a todos. Sé que ha pasado un montón de tiempo desde la última vez que escribí. Sé que me he portado muy mal no respondiendo siquiera a los que se han preocupado por enviarme mensajes. En mi defensa tengo que decir que me ha pasado algo que me quitó las ganas de escribir, y por tanto, de seguir con este blog. Supongo que después de tanto tiempo, habré perdido todos mis lectores, pero al menos debo dar una explicación y no se me ocurre otra forma que ésta. Voy a intentar explicar en este post lo que ha pasado.

A finales de marzo del año pasado una persona se puso en contacto conmigo para ofrecerme la publicación de un libro a partir de los escritos de este blog. Me pareció muy joven para ser un editor, pero me mostró su tarjeta y me dijo que con una buena promoción mi libro podía darme mucho mucho dinero. En realidad, una de mis aspiraciones siempre ha sido ser escritora, y una de las razones de este blog es escribir. Por tanto, aunque yo no lo esperaba, recibir una oferta de este tipo fue algo deslumbrante, que me cegó. Me vi de repente como una gran escritora, firmando autográfos y viviendo de esto que tanto me gusta. Espero que perdonéis esta vanidad, no soy así normalmente, pero aquel joven me lo puso todo tan bien que me sentí en el cielo. Tuvimos dos conversaciones más, dos cafés en los que hablamos de la extensión de los libros (me decía que necesitaba como cuatro veces más lo que ya llevaba escrito a principios de abril). Me dijo cosas como que solo su editorial podía darme la promoción para un éxito asegurado y que al menos un segundo libro era seguro. Fue todo muy serio y, aunque una siempre tiene sus dudas de si le están tomando el pelo, me resultó muy real, en el sentido de que cosas como hablar de promoción, destacar su editorial sobre las demás y todo eso, es muy propio de un comercial o un editor de una editorial. Vamos, que con tres reuniones ya pensé que estaba todo hecho y que la cosa no tenía marcha atrás.

En la cuarta reunión, el editor me dijo que había una cosa de la que teníamos que hablar. Resulta que un libro de ficción no tiene el mismo tratamiento que un libro de no ficción. A parte de que el libro tendría una promoción diferente (la etiqueta de "Una historia real", daría mucho empuje a las ventas) debía haber más rigor en lo contado. Aunque unas memorias siempre tienen un margen para el error del recuerdo, todo lo que se cuente debe ser cierto. De lo contrario, puede ser un fracaso si se puede demostrar que alguna de sus partes es falsa. Me detengo en estas explicaciones porque es importante que comprendáis que yo estaba totalmente sumergida, fascinada por el tema. El caso es que este hombre me pidió que debía darle alguna demostración de que todo esto era cierto. Estuvimos hablando un rato sobre ello, le dije que por supuesto, no podía ponerle en contacto con mi ex jefe, que una de mis condiciones era mantener a todo el mundo del que hablaba en mis escritos en anonimato porque no quería hacer daño a nadie ni buscarme líos.

Y entonces me dijo que se le había ocurrido otra forma. Me dijo que quería ver si era cierto que yo era esa mujer morbosa y liberada de mis escritos. Yo me quedé de piedra. Le pregunté a qué se refería. Pagó el café y me invitó a ir con él. Caminamos un rato y entramos en un portal. Eran mediados de abril (habían pasado unas dos semanas entre la primera cita y ésta) y lo último que había publicado en mi blog era el capítulo del vecino (la primera vez que iba a su casa).

En el portal, este hombre me pidió que me desnudara, directamente. Me quedé de piedra. A pesar de que ya sabía por dónde iban los tiros desde que dejáramos el café, no pensé que fuera tan directo. Dije algo, no recuerdo qué, como si se había vuelto loco o algo así. Pero él me respondió que si era la mujer de los escritos debía estar curada de espanto, que eso era pecata minuta para las cosas que contaba y que si no lo hacía no me podía creer. Realmente, yo he hecho cosas mucho más fuertes que lo que he contado en este blog. Hasta ahora solo he contado mi, por llamarlo de alguna forma, "iniciación", y para cuando este hombre me pedía aquello, a mí no me importaba hacerlo en absoluto. Lo que me frenaba es que por primera vez desconfié de él. Por un momento, pensé si no quería más que eso. Creo que él lo intuyó, porque me dijo que me había enseñado sus credenciales como editor, que me había hablado de cosas que solo conoce alguien que trabaja en una editorial y que brega todos los días con la decisión de publicar o no un libro, y que su petición era totalmente lógica. No había mejor prueba de la verdad de mis relatos que la demostración en vivo y en directo. Yo le respondí que en realidad, ahora hacía estas cosas y mucho más, pero que solo lo hacía cuando yo quería. "Compréndelo, me dijo. No te estoy obligando pero es la única forma de que yo sepa que esto es real. No me puedo arriesgar a que todo esto sea una novela tuya". Bueno, eso terminó de convencerme.

Empecé a desnudarme, me estaba desabrochando la blusa cuando oí que alquien bajaba por las escaleras. Me detuve, pero el editor me dijo que siguiera. Cuando el vecino se cruzó con nosotros, que estábamos en el interior del portal, yo estaba desatándome el sostén. El editor le sonrió al vecino y le dijo que tenía que cambiarme, que disculpara. Yo asentí, porque se nos quedó mirando, y entonces salió del portal. Seguí desnudándome. Cada prenda que me quitaba, se la daba a mi acompañante, que la doblaba y la dejaba en una especie de repisa que tenía el portal. Cuando estuve totalmente desnuda, me di cuenta de que me observaba de arriba a abajo. Puse mis brazos a los lados y le dije si estaba satisfecho.

Si os digo la verdad, me encontré en una situación que hacía tiempo no había tenido. Me recordó mucho a los momentos de los que había escrito en el blog, porque me superaba la situación. Este chico se agachó y yo me quedé un momento sin saber qué hacer. Y luego recordé lo que hacía cuando me superaba una situación. Intentaba retirar la ansiedad y convertir el momento en algo que me ofreciera placer. Así que decidí disfrutar del momento. Abrí las piernas, y dejé que su cabeza, a pocos centímetros, observase lo mejor posible mi sexo. Por entonces tenía el vello recortado, pero no rasurado. Lo recuerdo porque me lo comentó, le gustó mucho. Volvió a levantarse, me miró a los ojos y me dijo que había leído todo mi blog, y que había notado que me gustaba mucho cuando me dejaba tocar mientras me miraban directamente. Yo asentí y entonces él colocó una mano en mi sexo, sin dejar de mirarme.

No sé, quizá si hubiera sabido la verdad le habría mandado a la mierda. Pero en ese momento estaba pensando en que tenía un libro a las puertas. Me dejé llevar. Me dejé hacer. Me tocó cuanto quiso, durante un rato. Después me pidió que me diera la vuelta, metio dos dedos en la vagina y empezamos a subir las escaleras. Me di cuenta de que dejaba la ropa en la repisa y le dije si no la cogía. Me dijo que era parte del riesgo. Si al volver no estaba, me las tendría que componer. No dije nada. Bajé la cabeza y seguí subiendo porque él me empujaba con los dedos dentro de la vagina para que lo hiciera.

Lo tenía que haber supuesto en ese momento, pero como he dicho antes, yo tengo una forma de responder a la incertidumbre o al miedo: dejar que pase lo que tenga que pasar. Creo que ya lo sabéis. Dejar que pase e intentar convertirlo en algo bueno. Mi mente estaba ocupada en convertir el momento en una nueva experiencia.

A mitad de dos pisos, se detuvo. Empezó a tocarme y yo, de pie, dejé que me masturbara. Le gustaba tocarme el culo y mi sexo a la vez, o llevar la mano que tenía delante a mis tetas y seguir masturbándome desde atrás. Me empecé a excitar, me apoyé en él para no caerme, y cuando estaba ya muy húmeda, paró en seco. Se abrió la cremallera el pantalón y me pidió que le aliviara. Me lo dijo con esas palabras. Muchas veces he pensado en este episodio. Me debía haber dado cuenta, si no al principio, al menos ahora, que esa no es la actitud de un profesional de una editorial. Que no era nada serio, tener una relación así con una escritora. Pero como digo, yo estaba totalmente concentrada en convertir todo aquello en una experiencia más. Es mi forma de funcionar para bien y para mal. Además, pensad en mi situación. Estaba desnuda, en media altura de un edificio, con la única protección que me podía dar ese hombre. Dependía de él y me sentía sometida a él. Y eso me gustaba. No pensé o no quise pensar. Me metí aquello en la boca le hice la mejor limpieza que supe. El joven no era violento, me agarró la cabeza con ambas manos y empezó a follarme la boca lentamente, entrando hasta mi garganta. En el vaivén, yo recorría con mi lengua el glande cuando estaba fuera, y él movía el pene cuando estaba totalmente dentro, de izquierda a derecha y de abajo a arriba, haciéndome dar arcadas a veces. Terminó por correrse dentro. Me lo hizo tragar y limpiarme bien, y volvió a ponerme de pie. Su mano izquierda volvió a entrar en mi sexo. Con dos dedos volvió a la tarea de masturbarme y con su mano derecha cogíó la mía y la metió en su cremallera para que cogiera su pene, aún semi erecto. Así segumos subiendo por el portal, con la posibilidad de encontrarnos con alguien, que nos sorprendiera al salir de su casa o del ascensor. Sus dedos y el movimiento al andar hacían muy bien su tarea. Poco a poco mi excitación fue creciendo, y creo que estábamos en el quinto cuando tuve que detenerme y apoyarme de nuevo en el editor porque me vino el primer orgasmo.

Lo malo de los orgasmos es que avisan al otro de que estás disfrutando. Él se alegró mucho. Mi mano derecha, dentro de su pantalón, había ido apretando su pene a cada espasmo de mi orgasmo, y ahora, quizá por la excitación de ver que yo disfrutaba, estaba de nuevo erguida.

Se quitó los zapatos y el pantalón, me puso de espaldas y noté su pene que entraba. Me abrí bien y me agaché un poco para que le fuera más facil entrar hasta dentro. Sus manos fueron a mis senos y empezó a entrar y salir cada vez más rápido. Nuestros jadeos debían escucharse en toda la escalera, no sé como no apareció nadie. Me dio la vuelta, y volvió a entrar, esta vez mirándome a los ojos, como sabía que me gustaba. Volví a tener un orgasmo antes de que él volviera a venirse.

Después se volvió a vestir, cogimos el ascensor en el piso donde habíamos terminado y bajamos, con el riesgo aún de que alguien estuviera esperando. Aún puso mi mano en el culo mientras bajábamos. Por suerte no había nadie en la planta baja, aunque creo que a mí me habría dado igual. Me permitió vestirme (nadie había tocado la ropa) y salimos a la calle. Yo empecé a despertar mientras caminábamos juntos y me di cuenta de que todo aquello no podía ser cierto. Me detuve un momento y él lo hizo también. Le miré y le dije, "Tú no eres ningún editor, verdad?". El chico me dijo que ahora no tenía tiempo para tonterías de desconfianzas. Que ya hablaríamos. Se despidió, dijo que tenía otras cosas que hacer y que ya había perdido mucho tiempo.

Fue la última vez que le vi. Le envié algún correo a la dirección que me había facilitado, pero no respondió.

Durante esos días había escrito dos capítulos más de este blog. Esto debió pasar hacia el 16 o 17, no sé bien. Como ya estaban escritos, publiqué esos capítulos en diferentes días, aunque pensé en no hacerlo. Veo en el blog que el último lo publique el 22 de abril.

No fue porque "se aprovechara" de mí. Repito lo que dije antes, que lo tomé como una experiencia más, pero me dejó un sabor amargo. Alguien había contactado conmigo a través de mi correo y me había cautivado con la posibilidad de escribir un libro para engañarme. Y de esa forma había permitido que alguien me conociera, que saliera de mi anonimato.

Pero tampoco fue ese engaño. Fue la idea de que soy muy tonta. La idea de que mi propia vanidad me había llevado al engaño. Creer que yo era una buena escritora, lo suficientemente buena para que alguien, entre cienmil blogs, se fijara en mí. Fui estúpida. De pensar que era buena escritora me fui al lado contrario, que soy muy mala, que se habían servido de lo estúpida que era y que si era tan estúpida para caer en eso también lo era para escribir. Yo, antes de que apareciese este hombre, pensaba que algo de escritora tenía, y algunos amigos a los que le había enseñado mis escritos (no éstos eróticos, claro, si no otros de relatos) me habían dicho que escribía muy bien. Pero claro, una nunca sabe si esas críticas son sinceras. Al fin y al cabo, ellos son amigos, y una misma no es objetiva cuando se lee. Por primera vez tenía una demostración de que mi escritura no era tan buena.

Durante este año y medio no he escrito nada. No sé si volveré a escribir. He reunido la voluntad suficiente para hacerlo con esto, que quiere ser una excusa y una razón en busca de vuestra comprensión. Creo que merecíais una explicación, y yo necesitaba darla, porque el hecho de que no haya respondido, no quiere decir que no me haya asomado de vez en cuando, y en mi correo haya leído vuestras peticiones de continuación.

No sé porqué me seguíais realmente. Durante este tiempo he pensado que en realidad, es muy fácil atraer a la gente con el sexo y que posiblemente esa era la razón de que tuviera algunos seguidores. He de decir que una de las razones de este blog era (creo que ya lo dije en alguna de mis cartas) que así me sentía expuesta de otra forma, también sexual y muy morbosa. Y me gustaba atraer de esa forma y sentir que alguien me tenía en mente mientras se masturbaba. Pero había otra razón, digamos literaria, para escribir este blog.

No sé cuántos de vosotros leeréis aún esta última carta. A todos, os pido perdón, agradezco vuestros comentarios pidiendo que volviera, y os pido comprensión. Ya no tengo razones para escribir. Ya no me siento escritora. Supongo que a estas alturas casi ni me recordaréis. La distancia (aunque sea temporal) es el olvido. Así que imagino que no voy a dejar ningún gran hueco al dejar este blog.

Un beso a todos.

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