domingo, 8 de enero de 2012

La ansiedad de escribir

Hace más de un año que no he escrito ninguna entrada. He de reconocer que de vez en cuando he entrado, y además he recibido algún comentario de algún visitante ocasional que no se sabe cómo ha llegado a mi blog. He de decir que es cierto todo lo que cuento. Yo solo lo compongo un poco para que se entienda, le doy un poco de forma relatada para que tenga más interés (eso intento al menos), pero todo es real, incluido el último episodio, el que me llevó a dejar de escribir.

He estado tentada varias veces de volver a continuar el blog. Sobre todo cuando he recibido nuevos comentarios que me animaban o me decían algo bueno. Escribir es mi afición y al principio no me costó mucho dejar de hacerlo en este blog, porque aquel suceso fue traumático y necesitaba apartarme un poco de todo lo que me había llevado a él. He tenido otras vías de escape, como algún taller de escritura y otros medios parecidos, pero después de más de un año de mi última entrada y casi dos de las que formaban parte del relato de mi vida (en orden), después de comentarios y de varias tentaciones de continuar, con este nuevo año que empieza, me vuelve esa ansiedad que tenía por escribir y abrir mi vida de esta forma anónima que me permite el blog.

Sé que puede parecer pretencioso o egocéntrico, pero para continuar necesito saber que hay alguien al otro lado. No hay nada peor que escribir para la nada. Y que ese alguien que haya al otro lado, sigue interesado en escuchar mi historia. Si no recibo respuestas a esta entrada lo entenderé. No soy nadie para pediros fidelidad después de haber abandonado el blog de esta manera. Tampoco puedo prometer que vaya a tener un mayor seguimiento en los capítulos del que tenía al principio. Yo soy así, poco constante, pero intentaré al menos completar dos capítulos cada mes.

Por favor, espero vuestras respuestas. Y en cualquier caso, gracias por la oportunidad que me ofrecisteis de escribir para vosotros.

domingo, 21 de noviembre de 2010

A modo de despedida final

Hola a todos. Sé que ha pasado un montón de tiempo desde la última vez que escribí. Sé que me he portado muy mal no respondiendo siquiera a los que se han preocupado por enviarme mensajes. En mi defensa tengo que decir que me ha pasado algo que me quitó las ganas de escribir, y por tanto, de seguir con este blog. Supongo que después de tanto tiempo, habré perdido todos mis lectores, pero al menos debo dar una explicación y no se me ocurre otra forma que ésta. Voy a intentar explicar en este post lo que ha pasado.

A finales de marzo del año pasado una persona se puso en contacto conmigo para ofrecerme la publicación de un libro a partir de los escritos de este blog. Me pareció muy joven para ser un editor, pero me mostró su tarjeta y me dijo que con una buena promoción mi libro podía darme mucho mucho dinero. En realidad, una de mis aspiraciones siempre ha sido ser escritora, y una de las razones de este blog es escribir. Por tanto, aunque yo no lo esperaba, recibir una oferta de este tipo fue algo deslumbrante, que me cegó. Me vi de repente como una gran escritora, firmando autográfos y viviendo de esto que tanto me gusta. Espero que perdonéis esta vanidad, no soy así normalmente, pero aquel joven me lo puso todo tan bien que me sentí en el cielo. Tuvimos dos conversaciones más, dos cafés en los que hablamos de la extensión de los libros (me decía que necesitaba como cuatro veces más lo que ya llevaba escrito a principios de abril). Me dijo cosas como que solo su editorial podía darme la promoción para un éxito asegurado y que al menos un segundo libro era seguro. Fue todo muy serio y, aunque una siempre tiene sus dudas de si le están tomando el pelo, me resultó muy real, en el sentido de que cosas como hablar de promoción, destacar su editorial sobre las demás y todo eso, es muy propio de un comercial o un editor de una editorial. Vamos, que con tres reuniones ya pensé que estaba todo hecho y que la cosa no tenía marcha atrás.

En la cuarta reunión, el editor me dijo que había una cosa de la que teníamos que hablar. Resulta que un libro de ficción no tiene el mismo tratamiento que un libro de no ficción. A parte de que el libro tendría una promoción diferente (la etiqueta de "Una historia real", daría mucho empuje a las ventas) debía haber más rigor en lo contado. Aunque unas memorias siempre tienen un margen para el error del recuerdo, todo lo que se cuente debe ser cierto. De lo contrario, puede ser un fracaso si se puede demostrar que alguna de sus partes es falsa. Me detengo en estas explicaciones porque es importante que comprendáis que yo estaba totalmente sumergida, fascinada por el tema. El caso es que este hombre me pidió que debía darle alguna demostración de que todo esto era cierto. Estuvimos hablando un rato sobre ello, le dije que por supuesto, no podía ponerle en contacto con mi ex jefe, que una de mis condiciones era mantener a todo el mundo del que hablaba en mis escritos en anonimato porque no quería hacer daño a nadie ni buscarme líos.

Y entonces me dijo que se le había ocurrido otra forma. Me dijo que quería ver si era cierto que yo era esa mujer morbosa y liberada de mis escritos. Yo me quedé de piedra. Le pregunté a qué se refería. Pagó el café y me invitó a ir con él. Caminamos un rato y entramos en un portal. Eran mediados de abril (habían pasado unas dos semanas entre la primera cita y ésta) y lo último que había publicado en mi blog era el capítulo del vecino (la primera vez que iba a su casa).

En el portal, este hombre me pidió que me desnudara, directamente. Me quedé de piedra. A pesar de que ya sabía por dónde iban los tiros desde que dejáramos el café, no pensé que fuera tan directo. Dije algo, no recuerdo qué, como si se había vuelto loco o algo así. Pero él me respondió que si era la mujer de los escritos debía estar curada de espanto, que eso era pecata minuta para las cosas que contaba y que si no lo hacía no me podía creer. Realmente, yo he hecho cosas mucho más fuertes que lo que he contado en este blog. Hasta ahora solo he contado mi, por llamarlo de alguna forma, "iniciación", y para cuando este hombre me pedía aquello, a mí no me importaba hacerlo en absoluto. Lo que me frenaba es que por primera vez desconfié de él. Por un momento, pensé si no quería más que eso. Creo que él lo intuyó, porque me dijo que me había enseñado sus credenciales como editor, que me había hablado de cosas que solo conoce alguien que trabaja en una editorial y que brega todos los días con la decisión de publicar o no un libro, y que su petición era totalmente lógica. No había mejor prueba de la verdad de mis relatos que la demostración en vivo y en directo. Yo le respondí que en realidad, ahora hacía estas cosas y mucho más, pero que solo lo hacía cuando yo quería. "Compréndelo, me dijo. No te estoy obligando pero es la única forma de que yo sepa que esto es real. No me puedo arriesgar a que todo esto sea una novela tuya". Bueno, eso terminó de convencerme.

Empecé a desnudarme, me estaba desabrochando la blusa cuando oí que alquien bajaba por las escaleras. Me detuve, pero el editor me dijo que siguiera. Cuando el vecino se cruzó con nosotros, que estábamos en el interior del portal, yo estaba desatándome el sostén. El editor le sonrió al vecino y le dijo que tenía que cambiarme, que disculpara. Yo asentí, porque se nos quedó mirando, y entonces salió del portal. Seguí desnudándome. Cada prenda que me quitaba, se la daba a mi acompañante, que la doblaba y la dejaba en una especie de repisa que tenía el portal. Cuando estuve totalmente desnuda, me di cuenta de que me observaba de arriba a abajo. Puse mis brazos a los lados y le dije si estaba satisfecho.

Si os digo la verdad, me encontré en una situación que hacía tiempo no había tenido. Me recordó mucho a los momentos de los que había escrito en el blog, porque me superaba la situación. Este chico se agachó y yo me quedé un momento sin saber qué hacer. Y luego recordé lo que hacía cuando me superaba una situación. Intentaba retirar la ansiedad y convertir el momento en algo que me ofreciera placer. Así que decidí disfrutar del momento. Abrí las piernas, y dejé que su cabeza, a pocos centímetros, observase lo mejor posible mi sexo. Por entonces tenía el vello recortado, pero no rasurado. Lo recuerdo porque me lo comentó, le gustó mucho. Volvió a levantarse, me miró a los ojos y me dijo que había leído todo mi blog, y que había notado que me gustaba mucho cuando me dejaba tocar mientras me miraban directamente. Yo asentí y entonces él colocó una mano en mi sexo, sin dejar de mirarme.

No sé, quizá si hubiera sabido la verdad le habría mandado a la mierda. Pero en ese momento estaba pensando en que tenía un libro a las puertas. Me dejé llevar. Me dejé hacer. Me tocó cuanto quiso, durante un rato. Después me pidió que me diera la vuelta, metio dos dedos en la vagina y empezamos a subir las escaleras. Me di cuenta de que dejaba la ropa en la repisa y le dije si no la cogía. Me dijo que era parte del riesgo. Si al volver no estaba, me las tendría que componer. No dije nada. Bajé la cabeza y seguí subiendo porque él me empujaba con los dedos dentro de la vagina para que lo hiciera.

Lo tenía que haber supuesto en ese momento, pero como he dicho antes, yo tengo una forma de responder a la incertidumbre o al miedo: dejar que pase lo que tenga que pasar. Creo que ya lo sabéis. Dejar que pase e intentar convertirlo en algo bueno. Mi mente estaba ocupada en convertir el momento en una nueva experiencia.

A mitad de dos pisos, se detuvo. Empezó a tocarme y yo, de pie, dejé que me masturbara. Le gustaba tocarme el culo y mi sexo a la vez, o llevar la mano que tenía delante a mis tetas y seguir masturbándome desde atrás. Me empecé a excitar, me apoyé en él para no caerme, y cuando estaba ya muy húmeda, paró en seco. Se abrió la cremallera el pantalón y me pidió que le aliviara. Me lo dijo con esas palabras. Muchas veces he pensado en este episodio. Me debía haber dado cuenta, si no al principio, al menos ahora, que esa no es la actitud de un profesional de una editorial. Que no era nada serio, tener una relación así con una escritora. Pero como digo, yo estaba totalmente concentrada en convertir todo aquello en una experiencia más. Es mi forma de funcionar para bien y para mal. Además, pensad en mi situación. Estaba desnuda, en media altura de un edificio, con la única protección que me podía dar ese hombre. Dependía de él y me sentía sometida a él. Y eso me gustaba. No pensé o no quise pensar. Me metí aquello en la boca le hice la mejor limpieza que supe. El joven no era violento, me agarró la cabeza con ambas manos y empezó a follarme la boca lentamente, entrando hasta mi garganta. En el vaivén, yo recorría con mi lengua el glande cuando estaba fuera, y él movía el pene cuando estaba totalmente dentro, de izquierda a derecha y de abajo a arriba, haciéndome dar arcadas a veces. Terminó por correrse dentro. Me lo hizo tragar y limpiarme bien, y volvió a ponerme de pie. Su mano izquierda volvió a entrar en mi sexo. Con dos dedos volvió a la tarea de masturbarme y con su mano derecha cogíó la mía y la metió en su cremallera para que cogiera su pene, aún semi erecto. Así segumos subiendo por el portal, con la posibilidad de encontrarnos con alguien, que nos sorprendiera al salir de su casa o del ascensor. Sus dedos y el movimiento al andar hacían muy bien su tarea. Poco a poco mi excitación fue creciendo, y creo que estábamos en el quinto cuando tuve que detenerme y apoyarme de nuevo en el editor porque me vino el primer orgasmo.

Lo malo de los orgasmos es que avisan al otro de que estás disfrutando. Él se alegró mucho. Mi mano derecha, dentro de su pantalón, había ido apretando su pene a cada espasmo de mi orgasmo, y ahora, quizá por la excitación de ver que yo disfrutaba, estaba de nuevo erguida.

Se quitó los zapatos y el pantalón, me puso de espaldas y noté su pene que entraba. Me abrí bien y me agaché un poco para que le fuera más facil entrar hasta dentro. Sus manos fueron a mis senos y empezó a entrar y salir cada vez más rápido. Nuestros jadeos debían escucharse en toda la escalera, no sé como no apareció nadie. Me dio la vuelta, y volvió a entrar, esta vez mirándome a los ojos, como sabía que me gustaba. Volví a tener un orgasmo antes de que él volviera a venirse.

Después se volvió a vestir, cogimos el ascensor en el piso donde habíamos terminado y bajamos, con el riesgo aún de que alguien estuviera esperando. Aún puso mi mano en el culo mientras bajábamos. Por suerte no había nadie en la planta baja, aunque creo que a mí me habría dado igual. Me permitió vestirme (nadie había tocado la ropa) y salimos a la calle. Yo empecé a despertar mientras caminábamos juntos y me di cuenta de que todo aquello no podía ser cierto. Me detuve un momento y él lo hizo también. Le miré y le dije, "Tú no eres ningún editor, verdad?". El chico me dijo que ahora no tenía tiempo para tonterías de desconfianzas. Que ya hablaríamos. Se despidió, dijo que tenía otras cosas que hacer y que ya había perdido mucho tiempo.

Fue la última vez que le vi. Le envié algún correo a la dirección que me había facilitado, pero no respondió.

Durante esos días había escrito dos capítulos más de este blog. Esto debió pasar hacia el 16 o 17, no sé bien. Como ya estaban escritos, publiqué esos capítulos en diferentes días, aunque pensé en no hacerlo. Veo en el blog que el último lo publique el 22 de abril.

No fue porque "se aprovechara" de mí. Repito lo que dije antes, que lo tomé como una experiencia más, pero me dejó un sabor amargo. Alguien había contactado conmigo a través de mi correo y me había cautivado con la posibilidad de escribir un libro para engañarme. Y de esa forma había permitido que alguien me conociera, que saliera de mi anonimato.

Pero tampoco fue ese engaño. Fue la idea de que soy muy tonta. La idea de que mi propia vanidad me había llevado al engaño. Creer que yo era una buena escritora, lo suficientemente buena para que alguien, entre cienmil blogs, se fijara en mí. Fui estúpida. De pensar que era buena escritora me fui al lado contrario, que soy muy mala, que se habían servido de lo estúpida que era y que si era tan estúpida para caer en eso también lo era para escribir. Yo, antes de que apareciese este hombre, pensaba que algo de escritora tenía, y algunos amigos a los que le había enseñado mis escritos (no éstos eróticos, claro, si no otros de relatos) me habían dicho que escribía muy bien. Pero claro, una nunca sabe si esas críticas son sinceras. Al fin y al cabo, ellos son amigos, y una misma no es objetiva cuando se lee. Por primera vez tenía una demostración de que mi escritura no era tan buena.

Durante este año y medio no he escrito nada. No sé si volveré a escribir. He reunido la voluntad suficiente para hacerlo con esto, que quiere ser una excusa y una razón en busca de vuestra comprensión. Creo que merecíais una explicación, y yo necesitaba darla, porque el hecho de que no haya respondido, no quiere decir que no me haya asomado de vez en cuando, y en mi correo haya leído vuestras peticiones de continuación.

No sé porqué me seguíais realmente. Durante este tiempo he pensado que en realidad, es muy fácil atraer a la gente con el sexo y que posiblemente esa era la razón de que tuviera algunos seguidores. He de decir que una de las razones de este blog era (creo que ya lo dije en alguna de mis cartas) que así me sentía expuesta de otra forma, también sexual y muy morbosa. Y me gustaba atraer de esa forma y sentir que alguien me tenía en mente mientras se masturbaba. Pero había otra razón, digamos literaria, para escribir este blog.

No sé cuántos de vosotros leeréis aún esta última carta. A todos, os pido perdón, agradezco vuestros comentarios pidiendo que volviera, y os pido comprensión. Ya no tengo razones para escribir. Ya no me siento escritora. Supongo que a estas alturas casi ni me recordaréis. La distancia (aunque sea temporal) es el olvido. Así que imagino que no voy a dejar ningún gran hueco al dejar este blog.

Un beso a todos.

miércoles, 22 de abril de 2009

El vecino de nuevo

Antes de empezar este capítulo tengo que dejaros unas palabras de disculpa. Lo siento de veras, y entiendo que habré perdido lectores, pero es que me están pasando cosas en mi vida personal que de momento no puedo evitar y que me quitan tiempo y sobre todo ganas de escribir. Necesito cierta paz interior para poder concentrarme y escribir sobre cosas que han pasado ya hace un tiempo y el presente me está quitando esa paz. Lo siento de veras, espero que podáis entenderme. Seguiré escribiendo, pero me temo que no puedo prometer un ritmo muy seguido. Dicho esto, empiezo con este capítulo.

El viernes a las seis y media de la tarde, después de salir del trabajo, fui a la casa donde estaba el pisito de mi jefe. No había quedado con él, sino que fui directamente al piso del vecino. Antes de llamar, me quité mi ropa (en la escalera, por supuesto) y me puse la que me había dejado él, que llevaba en una bolsa. Metí bien doblada mi ropa en la bolsa y llamé a la puerta. Me volvió a abrir el chico. Se quedó un tanto asombrado de verme. Y aún más de verme con su ropa. Según me contó después creyó estar viviendo un "dejá vu", de nuevo yo con las mismas ropas, delante de su puerta. Le sonreí y le dije, "vengo a devolverte la ropa que me dejaste". El chico abrió la puerta aún sin decir nada. Llevaba el mismo pantalón de pijama y ese día también la parte superior. Por lo visto había estado hasta ese momento frente al televisor, comiendo alguna bolsa de gusanitos o palomitas. Me invitó a entrar a la sala de estar, apagó el televisor y recogió un poco el desorden sobre al mesita que había entre la tv y el sofá.

–Vengo a devolverte la ropa –le dije–. Te estoy muy agradecida, porque los cabrones de mis amigos no me habían dejado nada. Me han dicho que ya sabían que yo me las arreglaría. Pero eso no se hace.
No es que me guste decir tacos, pero en ese momento estaba pensando en mi jefe, y lo de cabrones iba por él. Él me dio la razón.
-Como ves, traigo tu ropa puesta –le dije sonriendo–. ¿Quieres que te la devuelva?.

El chico, muy tímido, sonrió.
–Bueno –me dijo– si la necesitas...

–Yo había pensado –repliqué, sonriendo– en que quizá te gustaría recuperarla... Pero para eso tendría que quitármela.
El chico se puso nervioso. Ya dije que era muy tímido, a pesar de que ya había estado con él se sentía fuera de lugar. Así que forcé un poco las cosas:

-¿Me puedes ayudar?

Ya sé, soy muy mala. El tío hecho un flan y yo pinchándole. Pero es que si no, nos quedábamos estancados ahí. A veces los chicos sois muy tontos. Con las manos temblando, me desabrochó la camisa. Yo no llevaba sujetador. Así que sin la camisa me quedé desnuda de cintura para arriba. Sus manos fueron enseguida a mis senos. Yo me reí y me aparté, y le dije que no quería que me tocara aún. Entonces sus manos se acercaron al cinturón del pantalón. Lo desabrochó y el pantalón, que me venía grande, se cayó. Tampoco llevaba braguitas (ni nada que las sustituyera, el día anterior él me había dejado lo imprescindible para dar el pego de vuelta a casa). El vecinito se agachó para quitarme las perneras del pantalón y yo abrí a propósito las piernas para que sobre su cabeza se quedara bien expuesto mi sexo.

Hay algo en exponerme desnuda que me vuelve loca. Pero en aquel momento no quería perder la cabeza. Quería que ese chico estuviera por un rato a mi merced. Le dije, dame algo de merendar, anda. Y me dirigí a la cocina, de la que tenía buen recuerdo de la vez anterior. Me senté sobre la mesa, esperando mientras él abría el frigo y miraba qué había en él que me pudiera ofrecer. Sacó un trozo de fuet y un poco de queso. El queso me lo comí y cuando vi el trozo alargado de fuet, le dije si no tenía hambre. Sonrió por el doble sentido de las palabras. Entonces le pregunté, ¿si me metiera esto aquí te lo comerías? señalando mi culo. El tío asintió con la cabeza, aún sonriendo. "Entonces, métemelo todo". Me baje de la mesa y me agaché sobre ella, como la última vez. El chico intentó que comenzara a entrar, pero estaba demasiado seco, así que sacó un recipiente con aceite y empezó a embadurnar mi ano y a meter los dedos untados en aceite. Yo le llamaba la atención cada vez que su mano se acercaba demasiado a mi sexo, que no eran pocas veces. Después, fue más fácil que el fuet entrara. Yo lo notaba, poco a poco entrando y recolocándose a cada empujón, hasta que al final estuvo todo dentro. El chico empujó hasta que el otro extremo desapareció. Entonces empujé lo justo para que apareciera la puntita, y le dije: ahora come.
Le faltó tiempo para poner el morro en mi culo y empezar a mordisquear el fuet. Le dije que no utilizara las manos. Yo notaba su boca, su lengua y a veces sus dientes, y me excitaba un montón. Le dije que si quería podía comer pan, pero que lo untara antes en mi sexo. Y así empecé a experimentar la masturbación más extraña que me habían hecho nunca. Se me escaparon al menos dos orgasmos mientras duró la comida. Mi culo se llenaba de su saliva, su lengua y su boca humedecían mi piel, mi ano y mi sexo, en su intento de pillar un trozo de fuet. El pan se frotaba contra mi clitoris y muchas veces lo metía hasta dentro. Era una sensación extraña y muy placentera.

Cuando terminó, le dije que me limpiara bien, que no quería un resto de fuet ni de pan en mis partes. Le pregunté qué le había parecido y me dijo que no había estado tan excitado en su vida. Me fijé en su pene bajo el pantalón de pijama y el bulto lo confirmaba, así que me acerqué, aún sin dejarle tocarme y se lo agarré por encima de la tela. Después metí la mano dentro del pantalón y empecé a masturbarle lentamente. Su tronco, ya lo dije el día anterior, era enorme y daba gusto ver cómo palpitaba al apretar la mano en su torno.

Para entonces yo estaba totalmente ida, claro. Mi mente ya había perdido la razón hace rato y si este chico me hubiera conocido mejor habría sabido que podía haber hecho lo que quisiera. Me dijo que me había limpiado cuanto había podido pero que aún me quedaban restos y no quería que manchara mi ropa. Así que se desnudó y me llevó a la ducha. Entramos los dos juntos y me enjabonó entera. Estuvo acariciándome un rato, yo en una nube, sus dedos suaves sobre mi piel, sobre mis pezones, mi culo, mi sexo. Facilitado por el jabón, sus dedos se deslizaban con tanta suavidad que daba un respingo cada vez que pasaban por mi clítoris.
Después cogió un jabon de mano, era uno de una marca conocida, no recuerdo de cuál, pero sí que era con forma ovalada como un pequeño balón de rugby. Abrazándome el uno frente al otro, me abrió las nalgas y empezó a hacer fuerza para que entrase. Estaba resbaladizo y mojado, pero aún así era ancho y le costaba entrar. Me abracé a él con fuerza, cerrando los ojos mientras le dejaba hacer. Al fin entró entero y se quedó dentro. Lo sentía caliente, como el agua que caía sobre nosotros. Entonces le besé. Me sentía transportada. Cuando alcancé un nuevo orgasmo, el chico me secó, aún con el jabón dentro y me sacó de la ducha. Entonces le dije al oído: haz conmigo lo que quieras.
¿De veras harías cualquier cosa? Me dijo mirándome a los ojos, empujando violentamente con los dedos el jabón dentro de mi culo. Asentí con la cabeza, con un respingo al sentir mas dentro el jabón.
Entonces comenzó una locura. Lo dejo aquí porque sino no lo publicaré nunca. Pero espero (sinceramente) no tardar tanto como la última vez.

Un beso a todos y gracias por vuestra paciencia.

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