miércoles, 11 de febrero de 2009

Las cenizas del ayer

Dejemos atrás el anterior post. No quiero volver a leerlo. Creo que estuve un poco violenta y espero no haber ofendido a nadie con ello, pero sabía que antes o después iba a escribir un manifiesto de ese tipo.

Con el pomposo o literario (a elegir) título de este post hago referencia a lo que me pasó el resto de la semana después de ese lunes. Era como si hubieran abierto un grifo y ahora no hubiera forma de cerrarlo. La experiencia del probador había sido nuevamente descubridora, no solo de nuevas posibilidades sino también de mí misma, de conocimiento de nuevos horizontes de experimentación, de descubrimiento de una parte de mí que no imaginaba tan atrevida o tan irreflexiva. No creía que tuviera los límites tan lejos.
En el interior de aquel probador  llegué a tal estado de excitación que a partir de ese momento quería volver a experimentarlo pero no sabía cómo. No me refiero a un placer puramente sexual, sino a un placer de enriquecimiento, de descubrimiento. Así que el resto de la semana, mientras el jefe me dejaba un poco de lado, fui dando tumbos sin saber muy bien qué hacer para volver a situaciones parecidas.
No sé qué día hice qué, pero recuerdo varias de las cosas que hice. Un día me desnudé en mi casa, por la noche, con mis padres ya dormidos, y me paseé por todo el edificio, escaleras arriba y abajo, tomando el ascensor, con el corazón en un pálpito cada vez que se abrían las puertas por la posibilidad de que alguien estuviera esperando en el piso. Recuerdo que llegué a entrar en el cuarto de las bicis, que me monté en la de un vecino que no está mal (si supiera que lo hice creo que le habría gustado), que me froté con su sillín, que me puse sus guantes y me toqué con ellos... Si en ese momento alguien hubiera entrado en el portal y me hubiera escuchado, si hubiera abierto la puerta por seguridad o curiosidad, me habría pillado sin remedio. El cuarto de bicicletas esta en la entrada del portal y no tiene más que una puerta, es pequeñíto y no tiene dónde esconderse. De todos modos tengo que reconocer que lo hice muy de madrugada. 
Otro día recuerdo que intenté de nuevo lo del probador. No quise volver al mismo por el propio hecho de que ya había funcionado. Temí que quisiera más. Yo no quería llegar siguiera al punto donde había llegado ese hombre (fríamente, aún me costaba creer que hubiera permitido tocarme de esa forma), así que lo intenté en otras tiendas. En una se me quedó mirando el dependiente con cara de profesional (de lo más divertido) y me empezó a dar diferentes prendas. Me desnudé delante de él varias veces, sin ocultar nada, y se le notaba todo bajo los pantalones, pero no se atrevió a tocarme. Eso me provocó. Le hice preguntas quizá demasiado directas, esperando que rompiera la barrera. Le pregunté si creía que mi cuerpo lucía bien en lencería o tenía prendas ajustadas para que se me notase todo (mientras me pasaba la mano por atrás o por el sexo, dando a entender que quería que se me notase incluso los labios vaginales). El pobre hombre se asustó, me dijo que a lo mejor encontraba eso en sex shops y me dejó. No encontré otro dependiente dispuesto.
En general, también comencé a ser más descuidada en mi habitación. Solía andar desnuda con la ventana cerrada y las cortinas y persiana abiertas, y me acercaba demasiado a los ángulos desde donde podía ser vista, o me tendía en la cama con las piernas abiertas a leer. Mi ventana da a un edificio que está a unos cien metros de distancia. Desde algunos pisos más elevados, con unos prismáticos, cualquiera que reparase en mi habitación podría verme cuanto quisiera.
El caso es que en toda esa semana, mientras yo experimentaba por mi cuenta, mi jefe apenas me hizo caso. Sólo se dirigía a  mí por temas de trabajo. El viernes por la tarde esperaba tenerlo a la espera de que me conectase con mi chico. Pero no apareció. Ni antes, ni durante. El encuentro vía cam me resultó casi soso y me fui a casa un poco chafada.
El fin de semana lo pasé un poco angustiada. Tanto tiempo libre sin saber qué hacer recuerdo que me desquició. Pero tengo que reconocer que aún usaba poco la imaginación. Volví a repetir (creo que fue el sábado por la noche) el paseo por las escaleras. Esta vez bajé vestida hasta el garaje, donde están los trasteros. Deje mi ropa en el de mis padres, cerré con llave y salí desnuda, de manera que solo había un pasillo por donde volver a recuperar mi ropa. Si alguien se acercaba a la hilera de trasteros me pillaría sin remedio, tenía que recorrer un pasillo largo y recto de vuelta, donde no había lugar para esconderse, y abrir con llave una puerta. Me paseé por los trasteros, salí al garaje comunitario, subí por las escaleras de otro portal que también comunica con el garaje. Pero había algo que no me terminaba de llenar como otras veces. Seguía teniendo en la cabeza a mi jefe. Su indiferencia durante toda la semana me preocupaba. Cómo eres Marta. La cuestión es perder la tranquilidad, unas veces por que te pillan y otras por que no te pillan. Y el desasosiego del fin de semana me llevó a tomar la determinación de hablar con mi jefe el lunes. ¿Había hecho algo que le había molestado? ¿No quería saber nada más, precisamente ahora que yo empezaba a necesitarlo?

5 comentarios:

  1. Vaya desasosiego, si; un tanto hasta deprimente. A toda excitación el letargo en negativo puede llegar a ser frustrante.

    Una exploración, una ilusión, adrenalina y juventud.... que combinación!..... aunque, eso me parece estrategia de tu jefe..... estará esperando que lo necesitaras y convertirte en su objeto.

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  2. vez martika que con un contador era mas facil, sigue relatando tus historias. cuidate y saludos desde la ciudad de los rios valdivia - chile

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  3. Gracias anonimo, lo del contador fue muy buena idea. Me volví un poco loca para colocarlo pero ya está. Ahora no me preguntes cómo lo hice :) Solo hay una cosa que me preocupa, había dos formas de contar a los entrantes. Creí entender que una era cada vez que entraban y otra, cada usuario diferente. Puse la primera, que en principio aumenta el número, pero no sé si eso es engañarse. ¿Debería poner la otra forma?
    Gracias por todo.

    Y aprovecho para saludar a El Mágico, que hacía tiempo que no aparecía. Gracias por volver.

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  4. Hola martika.

    Yo soy partidiario del primer contador, el que cuenta las visitas totales de tu blog, me explico, si alguien entra en tu blog y lee 5 entradas distintas son 5 visitas, es justo eso pues en mi opinion son 5 las entradas leidas, pero hay otro contador que solo cuenta las visitas por ip de usuario, ejemplo, el mismo usuario se lee todas tus entradas pero solo cuenta una visita pues es la misma ip, no lo veo justo pues ha visitado todas tus entradas.

    Sobre esto hay opiniones muy diversas, mi opinión es esta.

    Un abrazo.

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  5. Gracias Paskerap. Creo que tienes razón. Lo dejaré así.

    Otra cuestión, como veo que tiene cierta repercusión (gracias a todos los que me siguen), me estoy pensando poner anuncios de los que google permite. Bueno, primero, no sé si realmente es ridículo el seguimiento que tengo para proponérmelo. Y tampoco tengo ni idea de cómo funciona esto, alguien me puede dar alguna luz?
    La pregunta sobre el contador era precisamente a este respecto, sobre si esa forma de contar es la que interesa de cara a poner anuncios.

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