jueves, 5 de marzo de 2009

Un martes cualquiera

El martes devolví a mi jefe el juguete que me había dejado dentro, debidamente limpio, y le pregunté qué era eso que me esperaba y que era nuevo para mí. Me dijo que por la tarde, cuando saliera del trabajo, fuera a una dirección (un piso) y que llamara a la puerta. No me dijo más, así que me dejó intrigada todo el día.
No me había dicho que llevara nada, ni si tenía que ir especialmente vestida, así que al terminar mi trabajo fui sin más a la dirección. No me sorprendí demasiado al llamar a la puerta y ver que abría él. Me dejó entrar y me dijo que me desnudase. Aquella no era su casa. Era un pisito pequeño, tenía dos habitaciones, salón, cocina y baño y no tenía casi muebles (las dos habitaciones estaban vacías), así que no pensé que estuviera pensado como un pisito de soltero, sino más bien que lo tendría por alquilar o algo así.
Hice como me pidió. Tengo que decir que desnudarme en casas vacías, cuando apenas hay muebles, me causa una sensación especial. Me siento más frágil, más vulnerable, y por tanto se intensifica mi lado exhibicionista. Me siento más expuesta. Siempre me pasa lo mismo. Y esta casa estaba limpia. Me ha tocado estar en otras que aún estaban en obras, y entonces, cuando te puedes manchar, o te llenas de polvo de obra, la desnudez es aún más acusada. Pero me centro.
Cuando estuve desnuda, mi jefe recogió mi ropa y la metió en un armarito con llave y me dejó unas zapatillas de casa que no eran de mi pie pero tampoco me estaban mal. La llave se la guardó.
Después se sentó sobre el sofá de la sala de estar y se dio una palmadita en las piernas, indicándome que me sentara sobre ellas. Empezó a recorrer mi piel lentamente y me dijo que la idea de las escaleras era claramente exhibicionista. Si no me había llenado, era simplemente porque tenía demasiada certeza de no ser vista. Lo mismo pasaba con mis desnudos frente a la ventana. Necesitaba una forma de saber con seguridad que alguien estaba ahí mirando. De lo contrario, ese exhibicionismo caía en saco roto y enseguida se volvía soso y nada excitante. Reconocí que tenía razón. Aún me dijo otra cosa. No se trataba solo de que la posibilidad de que me mirasen fuera muy alta, sino que debía ser cierta. Incluso debía estar abierta a la posibilidad de que me tocaran, en cuyo caso yo misma debía saber hasta dónde estaba dispuesta a permitirlo.
Recuerdo que mientras hablaba, yo intenté en varias ocasiones que se centrara en mi entrepierna, abriéndome, y mirándole a los ojos con una media sonrisa, pero él no quería tocarme ahí. Solo acariciarme, lo que me produjo una sensación a la vez placentera y ansiosa.
Después me dijo que estaba a punto de llegar un fontanero al que ya había llamado antes de pensar en mí para una avería real que tenía bajo el fregadero de la cocina. La cocina y el baño daban puerta con puerta, a ambos lados de un pasillo. De manera que si las puertas quedaban abiertas, desde la cocina se veía el baño. Mi jefe me dijo que, cuando llamara, abriera al fontanero desnuda y que pensara en algo. Algo que no diera a entender que estaba provocando. Una confusión, un error, o algo así. A partir de ahí, debía improvisar.
Creo que resoplé. Y se me pusieron los pelos de punta solo de pensarlo, pero no me negué ni puse ninguna pega. Sabía que tenía que hacerlo. Hasta cierto punto me sentí de nuevo atrapada, como el primer día. Obligada a hacer algo que no me gustaba. Sabía cuál era la alternativa, dejar el juego y olvidarme de este mundo que se había abierto. Mi jefe me lo había dejado muy claro el día anterior. Así que no dije nada, aunque se me empezó a formar un bolo en el estómago. Aún el fontanero tardó en llegar unos minutos de molesto silencio en el que los dedos de mi jefe siguieron acariciándome el cuerpo, él vestido, yo completamente desnuda y con una sensación de vulnerabilidad total ante la inminente llegada de ese que para mí era un desconocido. Al fin se oyó el timbre de la puerta. Recuerdo que mi jefe dijo: "empieza la función".
Antes de salir del salón aún me susurró otra cosa "oye, yo para ti soy tu tío, ok?". Asentí y, en lugar de ir directa al recibidor me acerqué hasta el baño. Había dos toallas, una más grande, de baño y otra de aseo. Me puse la de aseo enrollada en la cabeza, tan rápido como pude mientras gritaba: "Espera mi amor, enseguida te abro". Cuando salí hacia el recibidor, mi jefe había cerrado la puerta del salón.
Lo que hice fue abrir la puerta tan solo con la toalla en la cabeza y las zapatillas, hice como que ni me fijaba a quien abría, dije: "hola cariño, entra que enseguida estoy". Y me di la vuelta esperando que quien estuviera en la puerta me siguiera. Escuché sus pasos detrás de mí, y como no dijo nada, seguí hasta el baño donde empecé a hacer como que me limpiaba la cara. El hombre se puso detrás, lo veía claramente por el espejo mientras me miraba el culo, pero hice como que no veía nada. Tomé un poco de jabón, me di por la cara y cerré los ojos. Después me aclaré y fui a por la toalla de baño que se encontraba en la pared de la puerta, de manera que me quedé frente a él, con los ojos cerrados, tanteando para buscar la toalla. Tanteando y tonteando le toqué el pecho. Seguía con los ojos cerrados, sonreí, y le dije algo así como "hola Michel, qué te pasa hoy que no me tocas". Cogí su mano y se la llevé a mi pecho. Sin apartarla dijo: "perdona, pero no soy Michel".
Me puse rígida, cogí rápidamente la toalla, me sequé la cara y le miré sorprendida, pero aún sin taparme. Después sí, me tapé y dije algo como: "Pero quién es usted, qué hace aquí. Dios qué vergüenza", etc. etc. Él se explicó, con una sonrisa tonta, diciendo que tenía cita para venir a esa hora por un tema de tuberías en la cocina, que era fontanero, etc. Me llevé las manos a la cabeza, le dije que era verdad, que no me acordaba de que iba a venir y que mi tío estaba en el salón. Cerré la puerta del baño y me despedí muy avergonzada.
Escuché las voces de mi jefe y del fontanero, que hablaban de la avería. Después escuche que mi jefe le decía, "veo que ya ha conocido a mi sobrina". Él le respondió que sí, que sentía haberla visto en esas circunstancias. Y mi jefe le dijo entonces que no se preocupase, que la verdad es que él estaba harto porque siempre andaba desnuda por la casa sin tener en cuenta que uno no es de piedra, etc. Abrí la boca y casi se me escapa una risita. Qué caradura. Después, dijo al fontanero que le dejaba hacer en la cocina y entonces abrió la puerta del baño, se asomó y me guiñó un ojo. "¿Todo bien?", me dijo. Yo dije que sí, y volvió a dejar la puerta abierta. Como he dicho antes, las puertas del baño y de la cocina se comunicaban, y tal y como estaba dispuesta la cocina, desde la zona donde estaba operando, el fontanero me seguía viendo. Me quité la toalla de la cabeza y miré el armarito bajo el lavabo. Me di cuenta de que a pesar del poco mobiliario del piso, ese baño estaba provisto de varias cosas. No de las más importantes, porque carecía de cepillo y pasta de dientes o de maquinillas de afeitar, que hubiera sido corriente en casa de un hombre, pero sí tenía sin embargo body milk, cremas de manos y algún perfume. Tomé el body milk y empecé a untarme por todo el cuerpo, sabiendo por el espejo que el fontanero tenía un ojo en la obra y otro en mí. Yo me hice la despistada, claro, mientras seguía frotándome. Después me enrrollé la toalla de baño y me dirigí hacia una habitación, pero entonces hice como que me volvía a fijar en que el fontanero estaba ahí. Me acerqué. Me había puesto la toalla de manera que por arriba justo tapaba mis pezones y por debajo me quedaba muy justita debajo de mis nalgas. Desde la posición del fontanero, que ahora estaba de rodillas, muy agachado, me tenía que ver mi sexo y mi culo sin problemas.
Me disculpé, le dije que cuando había llamado creía que era mi novio que se estaba retrasando como siempre. El no dijo nada, tomó otra posición, tumbándose en el suelo para llegar mejor a la tubería... y para tener mejor ángulo, sin duda. Así que lo que hice, en lugar de irme, fue abrir el frigo y mirar si podía tomar algo. Había muy poquita cosa, estaba claro que de normal no vivía nadie allí. Vi una lata de foie gras abierta y unas rebanadas de pan de molde, así que lo saqué, cogí un cuchillo del cajón de la mesa de cocina y empecé a hacerme un sandwich. Me puse de espaldas a él, cuidando que cada vez que me agachaba para coger un poco de foiegras, me viera el culo.  Con el movimiento, mientras me hacía el sandwich, la toalla se me fue aflojando. No tenía ninguna intención de ajustármela, así que a poco terminó por caerse. Dije un "mierda, joe" y di a entender algo así como que tenía las manos ocupadas y no podía coger la toalla del suelo. Después volví la cabeza hacia el pobre hombre, que no apartaba los ojos y le pregunté si no le importaba que no me pusiera la toalla. El hombre encogió los hombros, carraspeó pero negó con la cabeza balbuceando un no, no. "En realidad, seguí hablando, ya me has visto todo antes, qué mas da. Además, seguro que ni te atraigo".
Tengo que reconocer que estaba un poco bruta. No me movía bien en ese terreno, era la primera vez que hacía algo así. Estaba nerviosa y en realidad muy poco excitada. Posiblemente, con un poco más de experiencia no habría dicho eso de que no le atraía, que podría parecer una invitación. Pero intentaba mantener una conversación.

Veo que me estoy alargando, así que seguiré en otro post muy pronto.
Espero vuestros comentarios. 

5 comentarios:

  1. los juegos sexuales de ese tipo siempre son divertidos por las diferentes emociones que producen : miedo, temor a lo desconocido, pudor, excibicionismo, vergüenza, vulnerabilidad, risa, nervios, estres, excitación, provocación, ansiedad, y al final un recuerdo que jamás se olvidará de nuestra memoria.

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  2. Estoy ansioso por leer la continuación, por favor Martika no pares, eres excelente escritora.

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  3. Gracias a ambos. Gracias por tus palabras, Gonzalo. No pretendo ser buena escritora (ni creo que lo sea), solo contar una parte de mi vida que me parece que tengo que compartir.

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  4. Hola Marta!!

    ojala sigas mas seguidos con tus relatos porque me encantan y se me hace muy larga la espera entre historias.......

    un beso desde Chile!!

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  5. Gracias, jorge. Un beso también para ti.

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