martes, 9 de diciembre de 2008

El siguiente viernes de chat

Hola a todos. Quiero lo primero de todo dar gracias a los que dejáis comentarios. Desde el primero a los últimos, Iosef y Carolina. Lo que respondo a Iosef (en el primer capítulo) vale para todos.
Mi segundo mensaje es para pedir perdón por la falta de ritmo de este blog. Escribo cuando puedo y a veces me falta tiempo para todo. Soy una mujer inquieta, y eso hace que mis aficiones se resientan. Pero seguiré escribiendo. Por favor, no dejéis de visitar este blog, aunque sea de vez en cuando. Los que leéis y, sobre todo, los que dejáis comentarios, contribuís a mantenerlo vivo.

Dejé el tema en la "entrevista" con el director. Alguien me ha escrito en su comentario que solo quería aprovecharse de mí. Yo también lo entendí así al principio. Me sentía muy presionada. Debo decir que no me di cuenta en aquel momento, sino que lo que voy a decir a continuación es fruto de una reflexión posterior, en parte actual, al escribir ahora. Pero me sentía presionada entre dos sentimientos:

Para empezar, veía algo velado en el comportamiento de mi jefe. Él no lo decía abiertamente, daba a entender que yo era libre, pero, ¿Qué habría pasado si me hubiera negado a seguir cuando él se acercó? ¿Me habría dejado ir? Al principio, pensé que no. Que tan solo era una forma de no involucrarse, de dejar constancia de que él no me obligaba a nada pero que, en el fondo, yo estaba en sus manos. "No te lo voy a decir a las claras, pero mejor será que hagas lo que te pido". Era perfecto. Sin amenazas, sin necesidad de decirlo, de manera velada estaba a su merced. Es posible que yo hubiera intentado negarme para comprobar si al darme libertad decía la verdad, pero...

Pero estaba el segundo tema, que tiraba de mí desde el otro extremo y que me estaba volviendo loca. Yo, que tenía un chico y una vida normal, que nunca había demostrado ninguna apetencia sexual especialmente extraña, me descubría a mí misma disfrutando con esa situación. Había disfrutado el viernes al ser mirada, me había excitado cuando mi jefe me había tocado de esa forma... Situaciones como para salir corriendo, que a cualquier chica decente o normal le habría echo temblar o pegar una bofetada al ultrajador. Algo dentro deseaba terminar con ese estado a merced de mi jefe, y algo quería que se prolongase e incluso se acentuase. Ante las dos presiones, lo único que hice fue callar. Callar y dejar que el tiempo siguiese su curso, por ver si de una forma natural todo esto llegaba a un lugar. Como digo, no fue algo reflexionado. Fue que me sentía entre dos paredes, con una única dirección por la que seguir.

Había una tercera presión que tenía que mantener. Mi chico no podía saber nada. Cómo explicarle que mi jefe me había pillado? En un correo me había preguntado si nos veíamos el viernes (se entiende que por cam) y le respondí que en principio sí. Si le decía que me habían pillado, ¿cómo explicarle que quería seguir con la cam a pesar de lo que había pasado? También con él creí bueno guardar silencio, al menos hasta tener las cosas más claras.

Después de la entrevista que tuve ese miércoles no pasó nada con mi jefe ni ese día ni el siguiente. Pero el viernes por la tarde el director apareció en la empresa. Creo que por la cara de asombro de todos los empleados debía ser la primera vez que asomaba su cabeza una tarde de viernes. Yo sabía a qué venía, claro. A pesar de eso, al verlo, me quedé un momento pasmada, en mi mesita, mirándole, y recuerdo que me recorrió un escalofrío. Él me sonrió y luego dijo a su secretaria que tenía que terminar algunos temas, que no se preocupasen y se fuesen si querían. Y así, a las siete de la tarde desaparecieron todos y nos quedamos solos mi jefe y yo.

A las siete y media salió de su despacho y me dijo algo así que ya no quedaba nadie. Que no teníamos que fingir más. Me dijo que cuando quisiera me podía conectar con mi chico, que llevaba esperando toda la semana. Le dije que hasta las ocho no me conectaba normalmente y que le iba a parecer raro. Se quedó mirándome pensativo.

Me acabo de dar cuenta de algo imperdonable. No he hablado de mi jefe, de cómo es. No creáis que es atractivo, no es eso lo que me sedujo o lo que me movió a seguir el juego. Es alto y para su edad, por entonces tendría los cincuenta, se mantenía delgado. Pero no es guapo, más bien al contrario. Lo que sí ha tenido siempre es porte, ya sea porque va de traje y corbata a todas partes, ya sea porque es alto y además erguido. Da una sensación de estar seguro de todo, lo cual es muy confortable. Una cosa más, que puede parecer trivial, pero para mi es uno de sus encantos: tiene las manos grandes. Las mías se pierden en ellas.
Bueno, perdón por la interrupción, continúo. El caso es que se me quedó mirando y me dijo. "Muy bien, entonces tenemos media hora". Media hora para qué, me pregunté yo. Supongo que mi jefe me vio vacilar, o posiblemente notó que estaba muerta de miedo. Que yo no hubiera dicho nada en toda la semana, que no me hubiera negado a nada no significa que tuviera muchas dudas sobre lo que estaba pasando, creo que ya lo he dejado claro. Y en ese momento en que nos habíamos quedado solos yo estaba hecha un flan. Lo notó porque se acercó me hizo una caricia en el hombro y me dijo, "Mira, Marta, no te preocupes. Vamos a empezar poco a poco. ¿Te parece?". Yo asentí como una tonta. Me dijo que entrara en el baño, que me quitara la ropa interior y que me volviera a vestir.

Como todos los días que quedaba con mi chico, yo llevaba una minifalda y una blusa. Cosas fáciles de quitar y de poner para agilizar el tema por cam.
Hice lo que me pidió. Cuando salí, mi jefe me pidió sujetador y braguitas. Recuerdo que me alabó el gusto porque eran una braguitas con piolines, muy graciosas. Le dije que eran las preferidas de mi chico y que tenía varios modelos. Dijo que le gustaría verlas otro día puestas, dobló mi ropa interior y la metió en su bolsillo.

Lo siguiente que me dijo fue  que me desabrochara la blusa, que íbamos a probar varias posturas. No lo entendí en ese momento, pero hice lo que me pidió. Me desabroché un botón más de los que acostumbraba a llevar sueltos y me pidió que me inclinara. Creo que desde su posición me veía casi todo. Tal vez no llegara a verme los pezones, pero sin duda me veía los senos casi por entero. Me hizo inclinarme más y menos, me miró desde la izquierda, desde la derecha y de vez en cuando asentía con satisfacción. Después me pidió que subiera a una escalera que teníamos para acceder a los archivos más viejos. Mientras la subía, él miró desde abajo, y me sentí desarmada. Mi culo entero estaba a su vista. La falda era cortita y si bien a la altura normal no enseñaba nada, desde aquella posición, sin duda no podía evitar de ninguna forma que me viera todo. Me pidió diferentes posturas, como poner un pie en la estantería, dejando abiertas mis piernas, que me agachara como si fuera a coger un archivador del estante inferior, etc. Así estuvimos unos minutos y cuando se dio por satisfecho me pidió que volviera a bajar. Cuando lo estaba haciendo, sin ningún pudor me puso una mano en el culo, bajo la falda. "Deja que te ayude", dijo. Y yo, de nuevo, deje hacer. En cada orden suya que yo acataba, en cada contacto que yo permitía, tenía la sensación de que estaba cayendo en una trampa y, a la vez, que estaba explorando un terreno nuevo. Peligroso como un campo de minas pero muy atractivo. Sabía que cada cosa que permitía promulgaba una ley tácita que le daba nuevas alas a mi jefe. Si volvía a hacerlo y yo me negaba sería raro porque ya lo había permitido una vez. Sé que las cosas no son así, que yo puedo parar cuando quiera. Pero me sentía así, como si cada cosa que permitiera significaba permitirlo para siempre. Y sin embargo, no protesté. Su mano fría tocó mi culo al bajar de la escalera. Una mano grande que cubría gran parte de mi culo. Sentí un calor intenso en las mejillas. Me estaba poniendo roja. Sus dedos, como la primera vez cuando me abrazó, se asentaron entre mis nalgas, abriéndose camino entre ellas hasta mi sexo. En lugar de apartarlos, me quedé quieta, permitiendo que el momento se alargase. Yo no me daba cuenta en ese momento de que estaba entrando en un mundo nuevo con pasos de gigante.

Cuando terminé de bajar la escalera mi jefe me dijo que ya era la hora de poner la cam para mi chico. No me había dado cuenta, esa media hora había pasado en un suspiro. Le pedí la ropa interior y me dijo que no. Que me inventara algo para excusarme.
Encendí el ordenador, mi jefe se puso al otro lado de su despacho, se sentó en la silla de invitados y sonrió. Le dije que al principio no solía desnudarme, que pasaba un buen rato antes de llegar a eso, precisamente para evitar lo que había pasado con él la semana anterior. Mi jefe asintió, pero me dijo también que le diera una sorpresa a mi chico, que empezara hoy antes el juego. Yo asentí y puse en marcha el chat.

Siento tener que dejarlo aquí, pero espero no tardar tanto como la última vez. Volveré a escribir en cuanto saque un huequito. Gracias y un beso a todos.




4 comentarios:

  1. Hola Martika,
    Sabes, tus relatos me encantan. Tienes una forma de contar las cosas con esa benignidad de quien explora y explota su sensualidad..
    Me gusta mucho y disfruto este blog.
    Saludos desde México.

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  2. Gracias, mágico, por tus palabras y por volver. Creí haberte perdido al pasar tanto tiempo sin renovar el blog, pero veo que sigues ahí. Un saludo.

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  3. Martika, te aplaudo tu valor y tu magia tan sensual.
    Y quisiera preguntarte... ¿alguna vez te fijaste en tu jefe?, vaya, te gustaba o hubo atracción a primera vista?... es sabido que los jefes son generalmente muy "resbalosos" o zorros como se dice aqui en México....

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  4. Hola enojado. No sé exactamente el significado de zorro en México y menos el de "resbaloso" que supongo que tiene su propio giro allí. Aquí zorro significa astuto, y tal vez lo fuera. Pero siempre fue legal conmigo, o ético, por decirlo de algún modo. Como comento en esta entrada, mi jefe no era muy guapo, más bien al contrario. No es eso lo que me atrajo de él. Su seducción estaba más bien en lo liberado de tabúes que me parecía. Por eso dejé hacer tantas veces, por que yo estaba entrando en un mundo distinto, mucho más abierto, y él me estaba guiando. Creo que ese influjo fue mucho más fuerte que cualquier atractivo físico. De todos modos, sí he de decir que era alto y a pesar de tener bastantes más años que yo, delgado. Lo digo porque es general que se empiece a echar barriguita a partir de una edad, pero él era delgado. Se cuidaba. Quédate de todos modos con la idea de que lo me atrajo de él es inmaterial, casi imperceptible para cualquiera que viva e incluso trabaje con él. Yo no lo habría descubierto si él no me hubiera descubierto a mí primero. Son esas paradojas que tiene la vida.
    Un saludo

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